Esa noche, 17 de setiembre de 2009, Lima no prometía tregua. La lluvia caía con constancia sobre el asfalto, y muchos habrían pensado que era mejor dejar la cámara guardada. Pero cuando uno vive para la fotografía, sabe que la lluvia no apaga la inspiración: la transforma.
Salí con mi (no tan) vieja en aquel momento y confiable Nikon D100, una cámara que hoy puede parecer modesta, pero que en su tiempo supo abrir caminos. La acompañaba un lente de kit Nikkor 18-55mm, nada lujoso, pero suficientemente versátil para lo que tenía en mente. El destino: el Palacio de Justicia, imponente incluso bajo el cielo gris de la noche limeña.
El desafío era claro: capturar los detalles arquitectónicos bajo la tenue luz de las farolas, con el reflejo de la lluvia intensificando texturas y volúmenes. No era noche para largas exposiciones tranquilas. El viento y la humedad lo ponían todo en juego, desde la estabilidad del trípode hasta el estado de ánimo del fotógrafo.
Para lograr una toma amplia sin perder definición, opté por una serie de fotografías verticales, cuidadosamente alineadas para luego componer una panorámica en Lightroom. El resultado fue casi mágico: columnas bañadas en agua, gárgolas de piedra que parecían respirar bajo la bruma, y ese halo amarillo de las luces antiguas dibujando siluetas en cada esquina del edificio.
Editar en Adobe Lightroom fue como revivir cada segundo de esa noche. Levantar las sombras con sutileza, equilibrar el contraste sin perder esa atmósfera melancólica y lluviosa, y dejar que los tonos fríos de la piedra hablaran por sí solos. No quise exagerar. Solo resaltar lo que ya estaba allí: la majestuosidad del Palacio, el silencio de la noche y la lluvia como música de fondo.
No fue una noche perfecta. Fue una noche real, cargada de agua, de frío, de esfuerzo… pero también de esa satisfacción única que se siente cuando sabes que atrapaste algo irrepetible con tu cámara.
Hay algo que no te cuentan cuando entras al mundo de la fotografía profesional: después de usar una cámara robusta, pesada y bien construida, todo lo demás te empieza a parecer… liviano en más de un sentido. Y no lo digo desde la nostalgia gratuita, sino desde la vivencia real: el tacto, la confianza en cada obturador, el color que sale del sensor, la durabilidad… todo eso se queda contigo para siempre.
Cuando disparar era una experiencia física (y emocional)
Durante un tiempo, mi compañera de batalla fue una Nikon D2x, una bestia en todos los sentidos. Ergonomía impecable, enfoque preciso, colores intensos gracias a su sensor CMOS profesional. Hasta que cometí un error imperdonable: En un viaje a Mexico en 2012, la llevé cerca del mar sin protección… y terminó parcialmente sumergida. Duele admitirlo, pero ahí aprendí que incluso las máquinas más resistentes tienen un límite. Aún no la he enviado a limpiar ni reparar, pero lo haré. Lo prometo.
La familia Nikon: D100 y D80, más que herramientas
Entre otras cámaras que pasaron por ese momento por mis manos están la Nikon D100, Nikon D200 y la Nikon D80. Las tres con sensores CCD, ambas con alma. Aunque no llegan al rango «pro», siempre he sentido que ofrecían más de lo que prometían: colores vibrantes, tonos piel realistas y una respuesta cromática que no se ve igual en sensores más modernos. En cierto modo, el sensor CCD tiene eso: textura visual y emoción.
Canon G12: La compacta que no se siente como tal
Y ahí entra la protagonista inesperada: la Canon PowerShot G12. Como muchas cosas que he conseguido, la consegui de segunda de un amigo fotógrafo profesional. No es una réflex, no es una sin espejo moderna. Es algo que a veces olvidamos que existía: una compacta con espíritu profesional.
Lo técnico (porque también importa)
Sensor CCD de 1/1.7” de 10 megapíxeles
Procesador DIGIC 4
Lente f/2.8–4.5 (equiv. 28–140mm) con estabilizador óptico
Formato RAW + JPEG simultáneo
Pantalla abatible de 2.8” (rotación total)
Visor óptico (sí, uno real)
Control total en modo Manual, Av, Tv, ISO, balance de blancos personalizado
Puerto hot-shoe para flash externo
No necesitas más para salir a caminar por la ciudad, treparte a una piedra en la sierra peruana o capturar la luz dorada de una tarde limeña.
Una cámara con carácter en el bolsillo
Lo que más me gusta de la G12 es que parece compacta, pero no se siente limitada. Su cuerpo transmite solidez. Tiene un peso que tranquiliza. Y su visor óptico, aunque básico, te devuelve el gusto por encuadrar sin depender de pantallas. La pantalla abatible es una joya para ángulos complicados, tomas a ras del suelo o autorretratos improvisados sin parecer influencer.
Y el color… ese color de los sensores CCD. Saturado pero natural. Con contraste, pero sin exageración. Una estética visual que hoy muchos intentan imitar con filtros vintage, pero que aquí viene de fábrica.
Accesorios que suman (y pesan con gusto)
La Canon G12 que tengo vino con su estuche de cuero original (voluminoso pero protector) y un accesorio que ya casi no se ve: porta filtro frontal. Con él puedo montar:
Filtros UV
Filtros ND para largas exposiciones
Polarizadores (uno que llevé a México, por ejemplo)
Filtros de efectos especiales para fotografía creativa
Todo esto en una cámara que cabe en una mochila y pasa desapercibida. En tiempos de cámaras de teléfono que quieren parecer profesionales, esta compacta sigue haciendo el trabajo con dignidad y clase.
¿Por qué sigo usándola?
Porque a veces no se trata de tener más megapíxeles, sino de disfrutar la experiencia. Cada vez que salgo con la G12 o repaso mis archivos de la D100 o la D2x, siento que estoy viendo fotografías, no simplemente archivos digitales. Y eso, en esta época, vale más que un nuevo modelo con IA y 60 megapíxeles.
CANON G12
¿Vale la pena en 2025?
Sí, absolutamente. En un mundo saturado de cámaras que prometen más pero conectan menos, la Canon G12 —y muchas otras cámaras con sensor CCD— siguen siendo una excelente elección si lo que buscas es carácter, control manual real y una experiencia fotográfica más táctil y consciente. No vas a obtener 4K ni conectividad instantánea al smartphone, pero sí vas a conseguir colores con alma, una construcción robusta, y la libertad de salir a fotografiar sin distracciones. En 2025, eso es casi un lujo… y esta pequeña cámara lo entrega con estilo.
Estas fotos las tomé en 2008, cuando entré con mi Nikon D100 y el lente kit Nikkor 18-55 a la Iglesia y Convento Nuestra Señora de la Merced, en pleno centro de Lima. Por aquel entonces no había redes sociales como ahora, ni idea de “contenido”. Solo llevaba la cámara encima, y cuando vi que la puerta estaba abierta, entré.
Adentro encontré lo que muchas veces no se ve desde afuera: techos altísimos, vitrales que filtraban una luz suave, altares con dorados opacos por el tiempo, y ese silencio espeso que solo se encuentra en ciertos lugares. Todo me pareció digno de registrar. Saqué fotos sin flash, con luz natural, y sin mucha expectativa técnica. Solo confiando en el sensor de la D100 y lo que veía en el visor.
Recién en 2025 me tomé el tiempo de volver a esas imágenes, procesándolas en NX Studio. No hay magia de inteligencia artificial ni presets modernos, solo revelado digital básico: corrección de balance de blancos, un poco de exposición, contraste y recuperación de sombras. Lo mínimo para que las fotos reflejen lo que vi esa tarde.
Hay algo especial en cómo la Nikon D100 capta el color y el detalle en las sombras, incluso con un lente tan simple. Las texturas de la piedra, la madera tallada, los vitrales… todo sigue estando ahí, intacto en los archivos de hace más de 15 años.
Compartir estas fotos hoy no es nostalgia. Es una forma de darle valor a esos momentos en los que simplemente salíamos a mirar, sin pretensión, con una cámara en mano.
Las imágenes que siguen fueron tomadas dentro de la iglesia. Si alguna te llama la atención o tenés recuerdos del lugar, dejá un comentario. Tienen ligeros retoques, subida de sombras, ajustes de color y enderezado.
Si eres un amante de la fotografía y te interesa conocer cámaras que marcaron un antes y un después en la era digital, hoy te quiero hablar de la Nikon D100, un modelo que dejó huella en su tiempo y que aún despierta interés entre los entusiastas de la fotografía. Esta reseña la he escrito desde mi experiencia personal y una investigación detallada sobre lo que esta cámara representó.
Un Hito en la Fotografía Digital
Lanzada en 2002, la Nikon D100 fue una de las primeras cámaras DSLR accesibles para fotógrafos avanzados y profesionales emergentes. En un mercado donde las cámaras digitales aún estaban en pañales, Nikon revolucionó con este modelo, que ofrecía calidad profesional a un precio mucho más asequible que sus competidores directos.
Muchos fotógrafos, especialmente aquellos que venían de cámaras analógicas, encontraron en la D100 una puerta de entrada perfecta al mundo digital. Incluso fue utilizada por fotógrafos de eventos y bodas, quienes apreciaban su durabilidad y calidad de imagen en comparación con las cámaras compactas de la época.
Características que Definieron su Éxito
La Nikon D100 destacaba por varias características innovadoras para su tiempo:
Sensor CCD de 6.1 megapíxeles: Aunque hoy suena modesto, en 2002 era más que suficiente para capturar imágenes nítidas y detalladas. Este sensor era capaz de producir colores vivos y excelente rango dinámico.
Compatibilidad con lentes Nikon F: Los fotógrafos que ya tenían lentes Nikon podían aprovecharlos con la D100, lo que facilitó la transición a la era digital sin gastar una fortuna.
Diseño robusto y ergonómico: Su cuerpo compacto pero resistente se sentía bien en las manos y soportaba sesiones largas de trabajo.
ISO 200-1600 (ampliable): Para su época, ofrecía un rango ISO más que adecuado, ideal para condiciones de iluminación variadas.
Pantalla LCD de 1.8 pulgadas: Aunque pequeña en comparación con los estándares actuales, permitía revisar tus tomas con comodidad.
Rendimiento rápido: Con una velocidad de disparo continuo de 3 fotogramas por segundo, era perfecta para fotógrafos de acción y eventos.
¿Quiénes Usaron la Nikon D100?
Esta cámara fue ampliamente adoptada por fotógrafos profesionales en transición de lo analógico a lo digital y por aficionados avanzados que querían dar el salto a un nivel superior. Incluso algunos fotoperiodistas la utilizaron para cubrir eventos, aprovechando su capacidad de captura rápida y la versatilidad de las lentes Nikon.
Recuerdo haber leído cómo fue la compañera fiel de fotógrafos de bodas en los primeros años del milenio. La combinación de calidad de imagen, portabilidad y costo razonable hizo que la D100 fuera una elección popular en este nicho.
Mi Opinión Personal
Aunque la tecnología ha avanzado mucho desde entonces, no puedo evitar sentir nostalgia al hablar de la Nikon D100. Para muchos, fue la primera DSLR que les permitió experimentar la magia del formato digital sin perder la esencia del mundo analógico.
Hoy en día, la D100 tiene un lugar especial en la historia de Nikon y sigue siendo recordada como un pionero en la democratización de la fotografía digital. Si tienes la oportunidad de encontrar una en buen estado, puede ser un gran viaje al pasado de la tecnología.