Corría el año 2007 y la fotografía digital ya estaba bien instalada en la vida cotidiana. Sin embargo, para los que crecimos entre rollos de 35mm, aún quedaba ese lazo invisible —y emocional— con el negativo. Fue en ese contexto que fui a la oficina de Epson en Lima, y compré el Epson Perfection 4490 Photo, un escáner plano que, a simple vista, no parecía gran cosa… pero que terminó convirtiéndose en uno de los pilares silenciosos de mi flujo de trabajo fotográfico por casi una década.
Un escáner con alma
No exagero cuando digo que este escáner escaneó una parte importante de mi vida. Durante esos años, pasaron por su cama de cristal cientos, o casi miles, de negativos de 35mm que revelaba en casa, o que me traían de los laboratorios, de cuando recién revelaba mis fotos, hechas con mis cámaras analógicas, con esa mágica franja de plástico enrollada dentro de un sobre. Blanco y negro, color, películas vencidas, retratos improvisados y paisajes de viajes… Todo lo digitalicé con el 4490.
Me gustaba su ritmo pausado, casi como si el escáner entendiera que estaba capturando algo más que imágenes: estaba rescatando recuerdos.
Características técnicas del Epson Perfection 4490
Aunque hoy en día muchos escáneres parecen tener “más megapíxeles que sentido”, el Epson 4490 Photo se destacaba por lo que ofrecía en su tiempo:
- Resolución óptica: 4800 x 9600 dpi
- Profundidad de color: 48 bits de entrada y salida
- Digital ICE: Corrección automática de polvo y arañazos en negativos
- Soporte para transparencias: Escaneaba tiras de negativos y diapositivas de 35mm y formato medio (hasta 6x12cm)
- Conexión: USB 2.0
- Compatibilidad: Windows y macOS (aunque los drivers con el tiempo se volvieron escasos)
Su calidad de escaneo me permitía ampliar mis fotos sin perder detalle, y aunque hoy en día existen escáneres con mayor resolución, la fidelidad de los colores y la textura que capturaba este modelo eran especiales. Tenía carácter.
Una despedida con sabor a gratitud
Lo usé hasta el año 2015, cuando decidí venderlo a alguien que también valoraba los negativos. Fue una decisión difícil, casi como dejar ir una cámara que te ha acompañado por años. Pero a veces los equipos necesitan seguir su camino, como los libros que se prestan o los vinilos que se regalan.
Aún hoy, cuando reviso mis archivos escaneados con el Epson 4490, siento que no ha perdido vigencia. Las imágenes tienen ese grano suave, ese contraste natural, esa vida que uno no encuentra en los JPG nacidos directamente de un sensor digital.
¿Lo volvería a comprar?
Sin dudarlo. Aunque el modelo ya está descontinuado, si volviera al mercado con soporte actualizado y materiales modernos, lo tendría nuevamente en mi escritorio. O mejor aún, si me cruzo con uno usado en buen estado, probablemente no me resistiría.
Porque más allá de sus especificaciones, el Epson Perfection 4490 fue un compañero fiel de mi época analógica-digital. Y en este mundo acelerado donde todo es efímero, tener un equipo que escanea con paciencia y fidelidad… es casi un lujo.